lunes, 11 de marzo de 2013

LA CIUDAD ROMANA



Fundación de una ciudad.
 
Dentro de la grandeza del imperio romano era un momento especial aquel en el que se fundaba y marcaba una nueva ciudad que ampliaba ese gran imperio de urbes extendidas por toda la cuenca del mediterráneo, desde la península Ibérica hasta Siria y desde Gran Bretaña hasta Egipto. 

 
La fundación de una ciudad era un momento culmen no solo en la boyante economía romana, sino también en la espiritualidad, ya que era precisamente el Augur el que debía decidir y marcar el emplazamiento y el límite de una ciudad. Una vez decidido esto se dibujaba un surco mediante un arado tirado por una yunta de bueyes que más tarde sería la directriz de la muralla que envolvería a la ciudad. Se dejaban ya marcadas las puertas que darían acceso al interior y que en muchos casos se hacían coincidir con el Cardo y del Decumano maximus, orientados mediante un cipo, y que marcaban los ejes cardinales de la nueva colonia.
 
Como es de esperar, no siempre se fundaba una nueva ciudad alejada de toda civilización humana conocida, por lo que no es raro que se asentasen donde ya lo habían hecho griegos, fenicios, cartagineses, númidas… intentando implantar en esas tramas urbanas ya consolidadas no sólo las directrices del cardo y el decumano sino el centuriato, una retícula que dividía y parcelaba las ciudades. Tampoco era raro que se acabasen implantando donde originalmente se erigió un campamento militar con algún fin bélico.

En el campo material y espiritual parece que ya queda claro lo que suponía la fundación de una nueva ciudad, pero no son estos los únicos puntos que abarca tal acontecimiento. En el área económica, una nueva fundación suponía la acuñación de una nueva moneda, en la que se veía representado el arado con la yunta de bueyes y algún personaje o elemento a destacar de la ciudad.

Por último, en el campo civil, la fundación de una ciudad nueva suponía la construcción de un acueducto, símbolo de vida que alimentaba la ciudad, la construcción de un foro, un templo, la muralla y el teatro de la urbe, así como la preparación de amplios espacios públicos entorno a los edificios de mayor importancia, lo que ponía de manifiesto lo avanzado del pensamiento arquitectónico romano, algo que desaparecerá con el mundo islámico al absorberlo todo el ámbito privado.
 
 

 Zoom. La ciudad romana de Volubilis.

 Volubilis fue precisamente una de las ciudades en las que ya habían desarrollado su actividad otras culturas, encontrando en el siglo I d.C. la convivencia de griegos, romanos y númidas en una ciudad de una población que rondaba los quince o veinte mil habitantes.

 La ciudad contaba con el acueducto, la muralla y el foro, aparte de poseer termas públicas, basílica y un templo dedicado a Saturno. No debemos dejar de comentar las rarezas arquitectónicas que se dan en la ciudad. No era algo inusual que se quebraran las estrictas normas de diseño romanas, aún más cuando nos alejábamos de la capital del imperio, por lo que elementos como las galerías de arcadas en las calles principales o la deformación del diseño de los elementos del templo ponen de manifiesto la riqueza de detalles arquitectónicos que se llega a acuñar en los extremos del gran imperio. Son especialmente llamativos ciertos mosaicos que encontramos entre las ruinas de la ciudad.

La ciudad, que se nutría del cultivo y la exportación de aceite de oliva comienza a ver mermadas sus fuerzas con la primera decadencia del imperio romano, quedando despejada de soldados y gobernadores en el año 285 d.C. Poco después, la destrucción del acueducto supondría un duro golpe para la vida de los desprotegidos habitantes, que se trasladan hacia el suroeste en busca del agua que les proporciona un río no muy lejano, dejando la avenida principal de la ciudad (cardo maximus) abandonada, y relegada incluso a cementerio.

La ciudad sobrevive a la llegada del islam, manteniendo la acuñación de la moneda hasta el siglo VIII d.C. finalmente la fundación de la ciudad de Fez acabaría por desmantelarla y dejarla morir.
 
 

(Conferencia del profesor D. Juan Calatrava)

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